La capacidad o habilidad de hacer buenas preguntas es muy importante para resolver problemas, innovar y mejorar el desempeño, tanto en nuestra vida personal como profesional. Pero conforme crecemos hacemos cada vez menos preguntas. Para verificar esto, nada más ponga atención a un niño o niña de unos cuatro o cinco años, cuantas preguntas hace y luego compárelo con un adolescente o adulto. Conforme crecemos la sociedad nos enseña que preguntar es "irrespetuoso", que nos hace ver mal o que es falta de educación, y entonces dejamos de preguntar.
No obstante, existe mucha evidencia científica que saber plantear las preguntas adecuadas es la base para resolver problemas efectivamente o para innovar en cualquier ámbito. Entonces, ¿cómo podemos retomar esa capacidad de preguntar? Practicando indudablemente, para lo cual les comparto algunas ideas de diversas investigaciones que he analizado y puesto en práctica:
1. Cultive una mentalidad interrogativa. Constantemente plantéese preguntas a usted mismo y quienes le rodean. Trate de ser consciente de cuanto pregunta y propóngase preguntar más.
2. Pregunte por qué y por qué no, y qué pasaría si... Existen diferentes tipos de preguntas, trate de practicarlas todas. Por ejemplo, las preguntas de por qué y por qué no son especialmente útiles comprender cosas mientras que las de qué pasaría son muy efectivas para desafiar suposiciones (estas para innovar son las más potentes).
3. Imagine cosas opuestas Una forma efectiva de forzarnos a pensar en preguntas (por cierto, al cerebro no le gusta esto, hay que forzarlo un poco) es imaginar cosas opuestas a las que estamos analizando o damos por sentado. Cuando podemos unir dos cosas opuestas es cuando surgen ideas más potentes o innovadoras. Un buen ejemplo acá es cuando jugamos de "abogado del diablo".
4. Use limitaciones para generar preguntas. Otra forma efectiva de generar preguntas es auto imponernos limitaciones, las cuales serán las catalizadoras de nuevas preguntas y con ello ideas. Por ejemplo, ¿qué pasaría si un competidor imitara nuestro principal producto?, ¿qué sucedería si nuestro principal proveedor deja de vendernos?, ¿qué haríamos si nuestro principal cliente deja de comprarnos? Ese tipo de preguntas, provenientes de limitaciones en el entorno, nos ayudarán mucho por ejemplo en procesos de planificación.
5. Practique lluvias de preguntas (en lugar de ideas). La mayoría de personas les resulta familiar o intuitivamente pueden comprender lo que es una lluvia de ideas, pero Hal B. Gregersen, profesor del MIT y uno de los mayores investigadores en el tema de preguntar, propone que mejor hagamos lluvia de preguntas. Las reglas son parecidas, por ejemplo, en un grupo de cuatro personas alguien propone un reto, problema o algo que necesita solución, pero en lugar de empezar a generar ideas se generan preguntas. Durante cuatro minutos solo se permiten hacer preguntas, nada de respuestas, explicaciones, justificaciones ni comentarios, solo preguntas. Luego de ese período se analizan las preguntas y muchas veces el problema original se debe reconfigurar o la solución es más rápida de alcanzar.
Así que ya lo sabe, preguntar no es mala educación, no es malo, todo lo contrario, es el principio para tomar mejores decisiones, generar más innovación y aprender mejor.