Nos acercamos a la época que en muchas empresas se
evalúa lo alcanzado durante el año y se planifica el siguiente (temporada de
planes estratégicos lo llama mi colega Erick Guillén). En este tiempo de crisis
por la pandemia y todas sus secuelas, quizá, va a ser más retador, pues el
trajín diario en tiempos de crisis se agudiza y será más difícil detenernos
para evaluar y planificar. No obstante, hay que tratar de hacerlo.
Ya sea con algo estructurado y formal como un
plan estratégico o con algo menos formal, es tiempo de plantear preguntas que
al responderlas, nos lleven a mejorar nuestras empresas (también aplica para
las personas).
En este post corto, le propongo preguntas que
podría o debería plantearse junto con su equipo de trabajo.
¿Qué nos enseñó la crisis?, pero más
importante aún, ¿Cómo mejoré durante la crisis y cómo seguiré aplicando lo que
aprendí?
¿Qué cambio experimentaron nuestros clientes
y de qué forma me adapté a ello? ¿O fallé al intentarlo?
¿Qué aprendí de mi equipo de trabajo, de las
personas con las cuáles interactuó y de que forma mejoré mi relación con ellos?
¿Cómo manejé mi relación con los proveedores
y de qué forma aprovecharé eso para el beneficio de mi empresa?
¿Cuáles nuevas oportunidades y amenazas
surgieron durante la pandemia y cómo las aprovecharé o enfrentaré?
La pandemia ha ocasionado mucho dolor y
sufrimiento, pero a la vez nos ha dejado ver cómo personas, empresas y
organizaciones han sacado lo mejor de si mismas para vencer los obstáculos. Eso
que hemos aprendido, mejorado y superado no se puede simplemente olvidar cuando
vayamos retornando a la "normalidad", sería un desperdicio
enorme.
Una frase expresada por Rahm Emanuel, político
estadounidense, señala: Nunca
permitas que una buena crisis se desperdicie. Es una oportunidad para hacer las
cosas que alguna vez pensaste eran imposibles.
Parafraseándolo, ahora es tiempo de permitir que
la crisis sea de provecho, que nos lleve a seguir haciendo las cosas que aprendimos durante ella.